Amor en rosa
¿Quién le iba a decir a ella que acabaría embarazada de su jefe?
Cuando Poppy le mandó aquella tarjeta de San Valentín a Santino Aragone con el fin de animarlo un poco, no esperaba que él fuera a responder acostándose con ella...
Ambos sabían que tenían una cuenta pendiente desde hacía cinco años. Y ahora, Angelo estaba decidido a vengarse de ella convirtiéndola en su amante. ¿Podría Kelda soportarlo, o esa atracción letal le rompería el corazón?
chantaje a una amor
Lo último que deseaba Faye era tener que pedir clemencia al príncipe Tariq Shazad ibn Zachir. Llevaba un año sin verlo... desde el día que se casaron. Pero el hermano de Faye se encontraba encarcelado en el país de Tariq y solo él podía devolverle la libertad.
Faye sabía que sería duro negociar con Tariq, pero la condición que puso éste para liberar a su hermano era más de lo que ella había podido imaginar: lo haría si Faye se convertía en su amante.

descargaFaye sabía que sería duro negociar con Tariq, pero la condición que puso éste para liberar a su hermano era más de lo que ella había podido imaginar: lo haría si Faye se convertía en su amante.
Comprada para su placer: descarga
Él la había comprado para su deleite… y la obligaría a convertirse en su esposa
Los rumores corrían como la pólvora: ¿sería cierto que la modelo Lydia Powell había robado dinero a una fundación benéfica para ayudar a niños con problemas?
Desde luego eso era lo que esperaba Paolo Andreotti porque sería la oportunidad perfecta para vengarse de la única mujer que lo había rechazado. Se ofreció a pagar el dinero desaparecido a cambio de que Lydia se acostara con él. La idea era demasiado tentadora… Lydia estaría a su merced y tendría que hacer realidad todas sus fantasías.
Pero Lydia no era ni una mujer promiscua ni una ladrona y, según el código de honor de Paolo, si una mujer perdía su virginidad con él, él debía convertirla en su esposa.
Él la había comprado para su deleite… y la obligaría a convertirse en su esposa
Los rumores corrían como la pólvora: ¿sería cierto que la modelo Lydia Powell había robado dinero a una fundación benéfica para ayudar a niños con problemas?
Desde luego eso era lo que esperaba Paolo Andreotti porque sería la oportunidad perfecta para vengarse de la única mujer que lo había rechazado. Se ofreció a pagar el dinero desaparecido a cambio de que Lydia se acostara con él. La idea era demasiado tentadora… Lydia estaría a su merced y tendría que hacer realidad todas sus fantasías.
Pero Lydia no era ni una mujer promiscua ni una ladrona y, según el código de honor de Paolo, si una mujer perdía su virginidad con él, él debía convertirla en su esposa.
Deseo sin amor
Vito di Cavalieri aún creía que Ashley había despreciado su petición de casarse con él y darle hijos, hacía cuatro años. Sin embargo, ahora Vito contaba con una excelente oportunidad para vengarse: el hermano de Ashley estaba en problemas y sólo él podía ayudarlo... si ella se convertía en su mujer. Pero esa vez Vito sabía con certeza lo que necesitaba... y no era precisamente el amor de Ashley.
De pequeña, Cassandra fascinaba al público
de sus conciertos noche tras noche… Pero, cuando murieron sus padres, Cass se
encerró en su propio mundo, llegando a ser incluso demasiado tímida como para
salir de casa. Una vez al año, compartía su amor por la música ofreciendo
clases de piano en una subasta benéfica… Ese año consiguió la puja más alta.
¡Nada menos que cien mil dólares!
El comprador fue Neo Stamos, un arrogante
empresario griego. Deseaba a Cass con ardiente pasión, aunque sabía que la
dulce y tímida joven necesitaría su tiempo…
Lucy
Monroe
Una isla para la seducción
ZEPHYR Nikos contempló el puerto de Seattle recordando su
llegada allí con Neo Stamos una década antes. Las cosas eran muy distintas
entonces. Todo lo que poseía cabía en la destrozada bolsa de lona que llevaba.
Aún conservaba aquella bolsa en el fondo de su armario, tras los trajes de
diseño y la ropa de marca. Era un pequeño recordatorio del lugar de donde
provenía, y al que nunca volvería.
Estaban seguros de que aquél era el lugar donde empezar su
nueva vida, el que los mantendría alejados de las calles de Atenas. Y tenían
razón.
Dos muchachos griegos de los barrios bajos habían levantado
un imperio valorado en miles de millones de dólares. Cenaban en los mejores
restaurantes, viajaban en aviones privados y se relacionaban con las personas más
ricas y poderosas del mundo. Había cumplido sus sueños y más. Y Neo se había enamorado
y casado.
Aunque todo el mundo le consideraba de trato más agradable
que Neo, a él no le había sorprendido que Neo encontrase la bendición de la
vida doméstica primero. De hecho no estaba seguro de que él fuera a encontrarla
alguna vez, más bien lo contrario. Podía suceder que algún día se casara, pero
sería otra transacción comercial más. Lo mismo que como había sido concebido él.
Había aprendido pronto que una sonrisa era una máscara más
efectiva que una cara inexpresiva, pero sólo era eso... una máscara.
Su corazón se había vuelto de piedra mucho tiempo antes,
aunque guardaba ese secreto tan bien como todos los demás. Secretos que jamás
verían la luz.
Ni siquiera Neo conocía la verdad sobre su doloroso pasado.
Su amigo y socio creía que había tenido una infancia similar a la suya antes de
que se hubieran conocido en el orfanato. Neo no podía imaginar nada peor que su
propia infancia y Zephyr quería que siguiera pensando así. El dolor y la
vergüenza de su pasado no tenían sitio en la nueva vida que él mismo se había
hecho.
Neo había odiado el orfanato. Sin embargo, una vez que Zephyr
había aceptado que su madre no iba a ir a buscarlo, el orfanato había sido el
primer paso para olvidar una vida con la que quería poner distancia. A su padre
no le había importado vender los «favores» de su madre junto a los de las demás
mujeres que «trabajaban» para él en un negocio que suplementaba los ingresos
que proporcionaba el olivar familiar. Y el hijo ilegítimo resultado de «compartir
la mercancía» no tenía ningún interés para él.
Cuando su madre lo había dejado en el orfanato para poder
llevar una vida lejos del burdel de su padre, él al principio, ingenuo, había
pensado que iría a buscarlo. La había echado de menos y llorado y rezado para
que volviera. Unas semanas después, así había sido. De visita. Por mucho que él
había llorado para que lo llevara con ella, se había vuelto a marchar sin él.
Le había costado unas cuantas visitas, pero al final se había
dado cuenta de que él ya no era parte de la vida de su madre. Y ella había
dejado de ser parte de la suya. Lo que para un niño pequeño, apenas con la edad
de ir al colegio, había sido como una liberación frente a ser el hijo de una
fulana. Un huérfano, al fin y al cabo, no tenía pasado.
Había aprendido a ocultar el suyo. A todo el mundo.
Se habría quedado en el orfanato hasta que terminara el
colegio, pero el monstruo cuya sangre corría por sus venas había decidido que
un hijo ilegítimo era mejor que ningún hijo. Y había tenido que escapar. Su
mejor amigo se había ido con él y habían vivido en las calles de Atenas hasta
que habían tenido edad para subirse en un barco mercante. Hecho que Neo
consideraba su primer paso hacia una nueva vida, la vida que disfrutaban en ese
momento. Pero Zephyr sabía que su largo viaje había empezado mucho antes.
La sencilla verdad era, por duro que pareciera Neo, que por
dentro, Zephyr era de frío mármol en comparación.

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